martes, 25 de octubre de 2011

Ajustes e indignados



Es posible describir las crisis económicas y sociales que sufren algunos países a partir de la siguiente secuencia:

a) Desajustes en la economía nacional.
b) Recurrencia a préstamos bancarios.
c) Intervención de organismos internacionales.

Como ejemplo de tal proceso mencionaremos a Grecia, país integrante de la Unión Europea, que ha presentado un serio problema al resto de las naciones. Los desajustes internos ocurridos pueden resumirse en la tendencia del Estado a gastar por encima de sus posibilidades. La ayuda social a cargo del Estado, no es criticable, siempre que se establezca mediante aportes económicos genuinos y cuya magnitud no supere al monto permitido por los valores ingresados mediante los distintos impuestos. De lo contrario, en el largo plazo, aparecerán situaciones de crisis que invalidarán la eficacia de tal ayuda.

En Grecia, como en muchos países, los políticos a cargo del Estado suelen incorporar a gran cantidad de empleados para desempeñarse en áreas gubernamentales. Como retribución por tales empleos, cada nuevo empleado, y su grupo familiar, apoyará al partido político que le permitió el ingreso, con votos favorables en las siguientes elecciones. De esta manera, incorporando empleados en gran cantidad, aunque sean totalmente improductivos, asegurarán por bastante tiempo el “éxito político” del partido que está en el poder. Suzanne Daley escribió:

“La fuerza laboral del Parlamento griego es tan numerosa, según una investigación local, que algunos empleados ni siquiera se molestan en ir a trabajar porque no hay suficiente lugar para sentarse”.

“Algunos expertos creen que Grecia podría lograr un considerable ahorro por medio de la reducción de su burocracia, que emplea a uno de cada cinco trabajadores del país, y que, según algunas estimaciones, podría ser recortada hasta un tercio de su actual volumen sin afectar materialmente los servicios que presta” (Del New York Times)

Este proceso, denominado “clientelismo”, es una forma de corrupción que a veces cuesta diferenciarla de la ayuda social cuando con ésta lo que en realidad se busca son votos y poder. Pero la economía de un país se verá afectada por esta situación, siendo necesarios finalmente los impopulares “ajustes”.

Posiblemente surja el interrogante acerca de cómo es posible que los políticos no tengan en cuenta que, en el largo plazo, la “distribución de las riquezas” mediante empleos públicos hará entrar al país en una severa crisis. Sin embargo, debemos recordar que los socialistas, por lo general, “no creen” en la validez de la ciencia económica y suponen que de alguna manera podrán evitar los problemas que puedan venir.

Como ninguna economía nacional puede funcionar aceptablemente teniendo un reducido porcentaje de la población realizando trabajos productivos, con la obligación de mantener a un importante sector de “trabajadores” improductivos, con sus respectivas familias, el Estado tiende a obtener recursos adicionales mediante la impresión excesiva de billetes, lo que producirá inflación, o bien deberá pedir préstamos a los bancos. Como la gran mayoría de los países de la Unión Europea tienen como moneda al euro, no pueden emitir moneda y entonces recurren a pedir préstamos bancarios, generalmente en el extranjero. Luego, al no poder pagarlos, debido a la ineficiencia de la economía nacional, trasladan la crisis a otros países de la región.

Para evitar las crisis regionales, deben intervenir organismos tales como el FMI (Fondo Monetario Internacional) que, lo primero que recomienda, es hacer ajustes reduciendo el gasto superfluo, algo que resulta bastante perjudicial para el “trabajador” improductivo ya que podrá perder su sueldo justamente en una época de severa crisis.

Por lo general, en la mente de la gente sólo aparece la “perversa intervención” del FMI que “sólo piensa en ayudar a los poderosos bancos” y “busca el sufrimiento del pobre trabajador”. Y entonces aparecen en escena grupos como los “indignados”. Pero no debemos olvidar el origen de la secuencia, cuando el gobierno socialista comienza a repartir riquezas a partir del Estado de beneficencia, cayendo pronto en el clientelismo y la corrupción. Y ese tipo de gobierno goza de bastante popularidad; se supone que incluso los indignados lo habrán votado.

También se critica al FMI por cuanto, si un Estado no puede pagar su deuda externa, aquel organismo actuará como “garante” y los bancos tendrán cierta seguridad de cobrar lo que prestaron. En caso contrario, sin ese garante, los bancos tomarían mayores precauciones al prestar dinero a los países con problemas y esto, quizás, haría de este tipo de crisis algo de menor envergadura.

Lo que resulta injustificado es el aprovechamiento de la situación de crisis para protestar, no contra las tendencias socialistas y el Estado benefactor, sino contra el neoliberalismo y contra EEUU. Si la secuencia descripta antes es la adecuada, al menos en lo esencial, no se nota una culpabilidad del neoliberalismo ni de los EEUU.

Es oportuno recordar que, luego de la caída del muro de Berlín, como un símbolo del socialismo, al marxista sólo le queda la esperanza de contemplar la caída del capitalismo como sistema y también la caída de los EEUU (ambos acontecimientos asociados a severas crisis mundiales). Es por ello que, en vez de culpar a los políticos socialistas por los descalabros económicos que comenten, transfieren la culpa a sus enemigos, aunque poco tengan que ver en el asunto.

Generalmente predomina la actitud totalitaria de “unificar al enemigo”. Sin embargo, no se tiene en cuenta que dentro de los EEUU también existen los indignados y los grupos con tendencias políticas bastante más cercanas al socialismo que al capitalismo, como es el caso del Partido Demócrata, al menos históricamente. Por otra parte, si queremos materializar lo que se denomina “sistema neoliberal”, podemos considerar su versión más exitosa, la Economía Social de Mercado, cuyos máximos exponentes, no sólo a nivel teórico sino también práctico, han sido economistas y políticos europeos, y no norteamericanos.

Puede describirse la actitud socialista como una especie de paranoia colectiva por la cual los individuos presentan sensaciones angustiantes como la de estar perseguidos por fuerzas incontrolables; lo que se conoce como manía persecutoria. Y si aparece alguna crisis en algún país, no dudarán un instante en asociarla a las “fuerzas del mal”, EEUU y el capitalismo, aunque, en realidad, poco tengan que ver con esa situación.

En cuanto a las recomendaciones que dan “las fuerzas del mal” (FMI) a los países en crisis, podemos mencionar las siguientes:

1. Disciplina fiscal
2. Reordenamiento de las prioridades del gasto público
3. Reforma impositiva
4. Liberación de las tasas de interés
5. Una tasa de cambio competitiva
6. Liberalización del comercio internacional
7. Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas
8. Privatización
9. Desregulación
10. Derechos de propiedad (De “La idolatría del Estado”-Carlos Mira-Ediciones B-Buenos Aires 2006)

El autor del libro citado sugiere que, si les parece mal el conjunto de sugerencias mencionado, podrían intentar adoptar las medidas totalmente opuestas para observar su resultado.

De todas formas, no es descartar que el FMI cometa errores de la misma manera en que el médico puede equivocarse al tratar algún desarreglo cometido por su paciente. Pero no puede culparse al médico por la enfermedad que trata de eliminar. Así, Torcuato S. Di Tella y colaboradores escriben respecto de las intervenciones del FMI:

“Tal estructura funciona para los países más desarrollados, ya que la devaluación hace más competitivos los precios de sus exportaciones industriales y éstas pueden ser incrementadas a breve plazo; al mismo tiempo, sus importaciones son de tal naturaleza que pueden ser generalmente sustituidas por la producción nacional. Los sacrificios transitorios del «ajuste» no tienen así efectos recesivos y llevan a una rápida recuperación”.

“No ocurre lo mismo en los países menos desarrollados, y las consecuencias de este tipo de medidas son particularmente gravosas para las economías donde existe un sector industrial importante, como la Argentina y otros países de nivel «intermedio» de América Latina”. “En efecto, en tales países existe una necesidad relativamente alta de importaciones de insumos para la evolución de la industria, cuya restricción implica cierto grado de paralización industrial, la cual se propaga deprimiendo el conjunto de la economía, provocando desocupación e infraconsumo” (Del “Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas”-T. Di Tella. H. Chumbita. S. Gamba. P. Fajardo-Emecé Editores- Buenos Aires 2008).

Cuando algunos países fuertes son los que deben hacer importantes aportes monetarios para evitar la crisis de toda la región, habrán de surgir los auténticos indignados que ven como un país ordenado y serio debe hacerse cargo de la situación creada por la irresponsabilidad y la demagogia dominantes en otros países.

Resolver las situaciones extremas es algo que ha de quedar en manos de especialistas, pero el camino erróneo que lleva a las situaciones de crisis es algo que puede preverse y evitarse. Cuando en un pueblo sólo interesa el corto plazo o la situación personal de cada uno, se tiende a no contemplar la paulatina formación de crisis potenciales que podrán venir en el futuro. Al menos tengamos presente que nunca la demagogia y el populismo llevaron, en el largo plazo, a situaciones de efectivas mejoras económicas y sociales.

martes, 16 de agosto de 2011

Masificación y poder político

Algunos políticos, como el Mahatma Gandhi, promovían en el individuo un crecimiento espiritual para que superaran así su estado de masificación. Otros, sin embargo, alientan ese estado incluso promoviendo la violencia entre sectores. Se distinguen así dos actitudes opuestas: la del que orienta a los individuos hacia un mejoramiento individual y los que se ubican al lado de los “débiles” para protegerlos de algún enemigo real o imaginario. Se supone, en este caso, que el débil siempre necesitará del líder populista que piense y decida por él. Quien mejor ha descripto el fenómeno de la masificación es el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955), de quien se citan algunos párrafos que aparecen en su libro “La rebelión de las masas” (Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1985).

Ortega: “Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que sólo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga –sine nobilitate-, snob”.

“Como el snob (sin nobleza) está vacío de destino propio, como no siente que existe sobre el planeta para hacer algo determinado e incanjeable, es incapaz de entender que hay misiones particulares y especiales mensajes. Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra. La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende a que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer”.

Comentario: La ausencia de metas implica cierta desorientación en la vida. Incluso al individuo sin aspiraciones le resulta indiferente delegar las decisiones importantes, que pudiera tener, en el político que ha de dirigir su vida desde el Estado.

Ortega: “La misión del llamado «intelectual» es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban”.

“El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento”.

Comentario: Resulta evidente que el fenómeno de la masificación es alentado por los políticos populistas, que vienen a ser los directores generales de tal proceso.

Ortega: “Cuando alguien nos pregunta qué somos en política, o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad, el Estado, el uso, el Derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos los gatos resulten pardos”.

Comentario: Se ha llegado al extremo de que, en la Argentina, quien no sea izquierdista, sea tildado de “oligarca” y de estar a favor del imperialismo yankee. Incluso se le negará la posibilidad de ser nacionalista, o partidario de su propio país.

Ortega: “La vida pública no es sólo política, sino, a la par y aun antes, intelectual, moral, económica, religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar”.

“Y es indudable que la división más radical que cabe hacer en la humanidad es esta en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva”.

Comentario: En la división que hace Ortega está el germen de la desigualdad social, de la cual hay dos soluciones posibles: la primera consiste en tratar de que todos se esfuercen por cumplir con sus deberes, mientras que la otra “solución” consiste en repartir equitativamente (por igual) los beneficios logrados por quienes hacen el mayor esfuerzo, es decir, se trata de repartir la cosecha sin antes haber repartido equitativamente la siembra.

Ortega: “Al amparo del principio liberal y de la norma jurídica podían actuar y vivir las minorías. Democracia y ley, convivencia legal, eran sinónimos. Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en la que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”.

Comentario: El limitado (o nulo) respeto a la ley, es otro de los síntomas mostrados por la sociedad en la que sus integrantes sólo piensan en sus derechos mientras que exigen el cumplimiento de los deberes ajenos. Poco piensan en sus propios deberes y poco piensan en los derechos de los demás.

Ortega: “En nuestro tiempo, el ingrediente terrible lo pone la arrolladora y violenta sublevación moral de las masas, imponente, indominable y equívoca como todo destino”.

Comentario: No sólo los políticos populistas promueven la sublevación moral, sino también los medios masivos de comunicación. Esos medios, en poder de los políticos populistas, tienen una gran capacidad para influir sobre las masas.

Ortega: “El hecho que necesitamos someter a anatomía puede formularse bajo estas dos rúbricas: primera, las masas ejercitan hoy un repertorio vital que coincide, en gran parte, con el que antes parecía reservado exclusivamente a las minorías; segunda, al propio tiempo, las masas se han hecho indóciles frente a las minorías; no las obedecen, no las siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan”.

Comentario: Los populistas pregonan que no debe haber desigualdad de clases ni minorías privilegiadas (algo aceptado por todos). Sin embargo, lo que buscan las masas (y quienes las dirigen) es reemplazar las minorías dominantes suplantándolas por el poder de las masas. Así, se hablaba del peronismo como la “nueva oligarquía analfabeta”. Incluso Andrei Sajarov se refería a la clase privilegiada en la ex -URSS expresando: “..atrincheradas en su bienestar las minorías satisfechas”. Marx alentaba a reemplazar el poder de la burguesía por la “dictadura del proletariado”.

Ortega: “Los derechos niveladores de la generosa inspiración democrática se han convertido, de aspiraciones e ideales, en apetitos y supuestos inconscientes”.
“Se quiere que el hombre medio sea señor. Entonces no extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que se niegue a toda servidumbre, que no siga dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria; son algunos de los atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío. Hoy los hallamos residiendo en el hombre medio, en la masa”.

Comentario: Quienes estamos indignados por la sublevación de la gente inculta, somos los que pertenecemos a la clase media, que nunca hemos pretendido sentirnos, ni ser, aristócratas ni oligarcas y que actualmente debemos padecer la agresividad, la irrespetuosidad, y otras actitudes negativas, por parte de las masas instigadas por las ideologías del odio.

Ortega: “No somos disparados sobre la existencia como la bala de un fusil, cuya trayectoria está absolutamente predeterminada. La fatalidad en que caemos al caer en este mundo –el mundo es siempre este, este de ahora- consiste en todo lo contrario. En vez de imponernos una trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos fuerza….a elegir. ¡Sorprendente condición la de nuestra vida! Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercer la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión. Inclusive cuando desesperados nos abandonamos a lo que quiera venir, hemos decidido no decidir”.

“Es, pues, falso decir que en la vida «deciden las circunstancias». Al contrario: las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter”.

“Todo esto también vale para la vida colectiva. También en ella hay, primero, un horizonte de posibilidades, y luego, una resolución que elige y decide el modo efectivo de la existencia colectiva. Esta resolución emana del carácter que la sociedad tenga, o, lo que es lo mismo, del tipo de hombre dominante en ella. En nuestro tiempo domina el hombre-masa; es él quien decide. No se diga que esto era lo que acontecía ya en la época de la democracia, del sufragio universal. En el sufragio universal no deciden las masas, sino que su papel consistió en adherirse a la decisión de una u otra minoría. Estas presentaban sus «programas» -excelente vocablo. Los programas eran, en efecto, programas de vida colectiva. En ella se invitaba a la masa a aceptar un proyecto de decisión”.

“Hoy acontece una cosa muy diferente. Si se observa la vida pública de los países donde el triunfo de las masas ha avanzado más –son los países mediterráneos- sorprende notar que en ellos se vive políticamente al día. El fenómeno es sobremanera extraño. El Poder público se halla en manos de un representante de masas. Estas son tan poderosas, que han aniquilado toda posible oposición. Son dueñas del Poder público en forma tan incontrastable y superlativa, que sería difícil encontrar en la historia situaciones de gobierno tan prepotentes como éstas. Y, sin embargo, el Poder público, el Gobierno, vive al día; no se presenta como un porvenir franco, no significa un anuncio claro de futuro, no aparece como comienzo de algo cuyo desarrollo o evolución resulte imaginable. En suma, vive sin programa de vida, sin proyecto. No sabe dónde va porque, en rigor, no va, no tiene camino prefijado, trayectoria anticipada. Cuando este Poder público intenta justificarse, no alude para nada el futuro, sino, al contrario, se recluye en el presente y dice con perfecta sinceridad: «Soy un modo anormal de gobierno que es impuesto por las circunstancias». Es decir, por la urgencia del presente, no por cálculos del futuro. De aquí que su actuación se reduzca a esquivar el conflicto de cada hora; no a resolverlo, sino a escapar de él por el pronto, empleando los medios que sean, aun a costa de acumular con su empleo mayores conflictos sobre la hora próxima. Así ha sido siempre el Poder público cuando lo ejercieron directamente las masas; omnipotente y efímero. El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormes”.

Comentario: Esta excelente descripción, que se ha incluido en algunos libros de Psicología Social, no debe pasar inadvertida por ninguna sociedad, especialmente las que viven en una etapa de profunda crisis moral.

Mientras que en España, Ortega y Gasset describía al “hombre-masa”, en la Argentina, José Ingenieros (1877-1925) describía al “hombre-mediocre”. Sin duda que ambos describen un mismo hecho social, el cual es el punto de partida que podemos adoptar para comprender muchos de los movimientos políticos del siglo XX, que se proyectan sobre el siglo XXI.

La rebelión, sublevación o subversión del hombre-masa, o del hombre-mediocre, no apunta a una pretendida (y legítima) igualdad social, a la que toda sociedad debe aspirar, sino que, esencialmente, esta actitud generalizada busca reemplazar a la clase predominante, o bien a la clase media, para ejercer su dominio y, a veces, su venganza antes supuestos, y reales, agravios y desprecios recibidos.

Ortega: “Si ese tipo humano sigue dueño de Europa y es definitivamente quien decide, bastarán treinta años para que nuestro continente retroceda a la barbarie”.

Comentario: Luego de la plena vigencia de los movimientos de masas (fascismo, nazismo, comunismo), la barbarie llegó a Europa en una manera nunca vista, tal el caso de la Segunda Guerra Mundial y los asesinatos masivos de Hitler y Stalin contra parte de sus propios pueblos. Recordemos que el libro de Ortega y Gasset apareció en la década de los 20, es decir, previamente a esos acontecimientos.

Ortega: “Lo que antes se hubiera considerado como un beneficio de la suerte que inspiraba humilde gratitud hacia el destino, se convirtió en un derecho que no se agradece, sino que se exige”.

“Esto nos lleva a apuntar en el diagrama psicológico del hombre-masa actual dos primeros rasgos: la libre expansión de sus deseos vitales, por tanto, de su persona, y la radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia. Uno y otro rasgo componen la conocida psicología del niño mimado. Y, en efecto, no erraría quien utilice ésta como una cuadrícula para mirar a su través el alma de las masas actuales.”

“Mi tesis es, pues, ésta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como una organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautela se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fueren derechos nativos. En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que en más vastas y sutiles proporciones usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre”.

Comentario: Teniendo presente que la sociedad funciona como un edificio sustentado en la economía y en las empresas (que producen bienes y servicios, y que dan empleo), si uno desea derribar ese edificio, debe destruir primeramente sus columnas. Así, la mayoría de la sociedad (al menos en la Argentina) opina en forma adversa respecto de todo empresario, que es “altamente sospechoso hasta que demuestre lo contrario”. También sueñan con que el terrorismo derribe definitivamente a EEUU, incluso a Europa, sin tener en cuenta que ambos, con el 11 o 12% de la población mundial, producen (sus empresas) cerca de un 70% de lo que se produce en todo el mundo. Ya que tanto EEUU como Europa, no son perfectos y son bastante egoístas, para las masas estaría justificado el terrorismo que han recibido y que deberían recibir.

Ortega: “Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por él Estado; es decir, la anulación de la espontaneidad histórica que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos. Cuando la masa siente alguna desventura, o simplemente algún fuerte apetito, es una gran tentación para ella esa permanente y segura posibilidad de conseguirlo todo –sin esfuerzo, lucha, duda ni riesgo- sin más que tocar el resorte y hacer funcionar la portentosa máquina. La masa dice: «El Estado soy yo», lo cual es un perfecto error. El Estado es la masa sólo en el sentido en que puede decirse de dos hombres que son idénticos porque ninguno de los dos se llama Juan. Estado contemporáneo y masa coinciden sólo en ser anónimos. Pero el caso es que el hombre-masa cree, en efecto, que él es el Estado, y tenderá cada vez más a hacerlo funcionar con cualquier pretexto, a aplastar con él toda minoría creadora que lo perturbe –que lo perturbe en cualquier orden: en política, en ideas, en industria”.

“El resultado de esta tendencia será fatal. La espontaneidad social quedará violentada una vez y otra por la intervención del Estado; ninguna nueva simiente podrá fructificar. La sociedad tendrá que vivir para el Estado; el hombre, para la máquina del Gobierno. Y como a la postre no es sino una máquina cuya existencia y mantenimiento dependen de la vitalidad circundante que la mantenga, el Estado, después de chupar el tuétano a la sociedad, se quedará hético, esquelético, muerto con esa muerte herrumbrosa de la máquina, mucho más cadavérica que la del organismo vivo”.

Comentario: Quizás la mayor simplicidad, en la descripción de las tendencias políticas, surja al tenerse presentes los escritos de Ortega y Gasset. De ellos se extrae que, al existir el hombre-masa, los populismos lo orientarán hacia la búsqueda del pleno dominio del Estado (totalitarismo). Así se explica el surgimiento del fascismo, del nazismo, del comunismo y del peronismo. Como oposición al totalitarismo existirán las tendencias democráticas liberales. La oposición mayor será la de las tendencias que buscan el resurgimiento del individuo, desde un punto de vista ético.

Ortega: “Una sociedad dividida en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión queda recíprocamente anulada, no da lugar a que se constituya un mando. Y como a la Naturaleza le horripila el vacío, ese hueco que deja la fuerza ausente de la opinión pública se llena con la fuerza bruta”.

Comentario: Podemos decir que la causa por la que un país entra en una severa crisis, radica en la toma del poder (en forma directa o indirecta) por parte de las masas. También la solución vendrá de la toma del poder por parte de la gente moralmente apta. Debe aclararse que la definición de hombre-masa no involucra el nivel económico o social de los individuos, sino su nivel cultural amplio, que incluye aspectos éticos.

Ortega: “En los capítulos anteriores he intentado filiar un nuevo tipo de hombre que hoy predomina en el mundo: le he llamado hombre-masa, y he hecho notar que su principal característica consiste en que sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él. Era natural que si ese modo de ser predomina dentro de cada pueblo, el fenómeno se produzca también cuando miramos el conjunto de las naciones. También hay, relativamente, pueblos-masas resueltos a rebelarse contra los grandes pueblos creadores, minoría de estirpes humanas que han organizado la historia. Es verdaderamente cómico contemplar cómo esta o la otra republiquita, desde su perdido rincón, se pone sobre la punta de sus pies e increpa a Europa y declara su cesantía en la historia universal”.

Comentario: Los que adhieren a las tendencias totalitarias, culpan a EEUU, principalmente, y a Europa, de todos los males existentes sobre la Tierra. Se culpa más a los que realizan que a los que poco o nada hacen, ni por ellos ni por los demás. Cuando predomina el hombre-masa, incluso los países poderosos se convierten en “republiquitas”, que hacen y promueven guerras, tratando de dominar a los demás países. Como en el caso de una sociedad, también la decadencia mundial puede describirse en base a la masificación descripta por Ortega y Gasset.