martes, 25 de octubre de 2011

Ajustes e indignados



Es posible describir las crisis económicas y sociales que sufren algunos países a partir de la siguiente secuencia:

a) Desajustes en la economía nacional.
b) Recurrencia a préstamos bancarios.
c) Intervención de organismos internacionales.

Como ejemplo de tal proceso mencionaremos a Grecia, país integrante de la Unión Europea, que ha presentado un serio problema al resto de las naciones. Los desajustes internos ocurridos pueden resumirse en la tendencia del Estado a gastar por encima de sus posibilidades. La ayuda social a cargo del Estado, no es criticable, siempre que se establezca mediante aportes económicos genuinos y cuya magnitud no supere al monto permitido por los valores ingresados mediante los distintos impuestos. De lo contrario, en el largo plazo, aparecerán situaciones de crisis que invalidarán la eficacia de tal ayuda.

En Grecia, como en muchos países, los políticos a cargo del Estado suelen incorporar a gran cantidad de empleados para desempeñarse en áreas gubernamentales. Como retribución por tales empleos, cada nuevo empleado, y su grupo familiar, apoyará al partido político que le permitió el ingreso, con votos favorables en las siguientes elecciones. De esta manera, incorporando empleados en gran cantidad, aunque sean totalmente improductivos, asegurarán por bastante tiempo el “éxito político” del partido que está en el poder. Suzanne Daley escribió:

“La fuerza laboral del Parlamento griego es tan numerosa, según una investigación local, que algunos empleados ni siquiera se molestan en ir a trabajar porque no hay suficiente lugar para sentarse”.

“Algunos expertos creen que Grecia podría lograr un considerable ahorro por medio de la reducción de su burocracia, que emplea a uno de cada cinco trabajadores del país, y que, según algunas estimaciones, podría ser recortada hasta un tercio de su actual volumen sin afectar materialmente los servicios que presta” (Del New York Times)

Este proceso, denominado “clientelismo”, es una forma de corrupción que a veces cuesta diferenciarla de la ayuda social cuando con ésta lo que en realidad se busca son votos y poder. Pero la economía de un país se verá afectada por esta situación, siendo necesarios finalmente los impopulares “ajustes”.

Posiblemente surja el interrogante acerca de cómo es posible que los políticos no tengan en cuenta que, en el largo plazo, la “distribución de las riquezas” mediante empleos públicos hará entrar al país en una severa crisis. Sin embargo, debemos recordar que los socialistas, por lo general, “no creen” en la validez de la ciencia económica y suponen que de alguna manera podrán evitar los problemas que puedan venir.

Como ninguna economía nacional puede funcionar aceptablemente teniendo un reducido porcentaje de la población realizando trabajos productivos, con la obligación de mantener a un importante sector de “trabajadores” improductivos, con sus respectivas familias, el Estado tiende a obtener recursos adicionales mediante la impresión excesiva de billetes, lo que producirá inflación, o bien deberá pedir préstamos a los bancos. Como la gran mayoría de los países de la Unión Europea tienen como moneda al euro, no pueden emitir moneda y entonces recurren a pedir préstamos bancarios, generalmente en el extranjero. Luego, al no poder pagarlos, debido a la ineficiencia de la economía nacional, trasladan la crisis a otros países de la región.

Para evitar las crisis regionales, deben intervenir organismos tales como el FMI (Fondo Monetario Internacional) que, lo primero que recomienda, es hacer ajustes reduciendo el gasto superfluo, algo que resulta bastante perjudicial para el “trabajador” improductivo ya que podrá perder su sueldo justamente en una época de severa crisis.

Por lo general, en la mente de la gente sólo aparece la “perversa intervención” del FMI que “sólo piensa en ayudar a los poderosos bancos” y “busca el sufrimiento del pobre trabajador”. Y entonces aparecen en escena grupos como los “indignados”. Pero no debemos olvidar el origen de la secuencia, cuando el gobierno socialista comienza a repartir riquezas a partir del Estado de beneficencia, cayendo pronto en el clientelismo y la corrupción. Y ese tipo de gobierno goza de bastante popularidad; se supone que incluso los indignados lo habrán votado.

También se critica al FMI por cuanto, si un Estado no puede pagar su deuda externa, aquel organismo actuará como “garante” y los bancos tendrán cierta seguridad de cobrar lo que prestaron. En caso contrario, sin ese garante, los bancos tomarían mayores precauciones al prestar dinero a los países con problemas y esto, quizás, haría de este tipo de crisis algo de menor envergadura.

Lo que resulta injustificado es el aprovechamiento de la situación de crisis para protestar, no contra las tendencias socialistas y el Estado benefactor, sino contra el neoliberalismo y contra EEUU. Si la secuencia descripta antes es la adecuada, al menos en lo esencial, no se nota una culpabilidad del neoliberalismo ni de los EEUU.

Es oportuno recordar que, luego de la caída del muro de Berlín, como un símbolo del socialismo, al marxista sólo le queda la esperanza de contemplar la caída del capitalismo como sistema y también la caída de los EEUU (ambos acontecimientos asociados a severas crisis mundiales). Es por ello que, en vez de culpar a los políticos socialistas por los descalabros económicos que comenten, transfieren la culpa a sus enemigos, aunque poco tengan que ver en el asunto.

Generalmente predomina la actitud totalitaria de “unificar al enemigo”. Sin embargo, no se tiene en cuenta que dentro de los EEUU también existen los indignados y los grupos con tendencias políticas bastante más cercanas al socialismo que al capitalismo, como es el caso del Partido Demócrata, al menos históricamente. Por otra parte, si queremos materializar lo que se denomina “sistema neoliberal”, podemos considerar su versión más exitosa, la Economía Social de Mercado, cuyos máximos exponentes, no sólo a nivel teórico sino también práctico, han sido economistas y políticos europeos, y no norteamericanos.

Puede describirse la actitud socialista como una especie de paranoia colectiva por la cual los individuos presentan sensaciones angustiantes como la de estar perseguidos por fuerzas incontrolables; lo que se conoce como manía persecutoria. Y si aparece alguna crisis en algún país, no dudarán un instante en asociarla a las “fuerzas del mal”, EEUU y el capitalismo, aunque, en realidad, poco tengan que ver con esa situación.

En cuanto a las recomendaciones que dan “las fuerzas del mal” (FMI) a los países en crisis, podemos mencionar las siguientes:

1. Disciplina fiscal
2. Reordenamiento de las prioridades del gasto público
3. Reforma impositiva
4. Liberación de las tasas de interés
5. Una tasa de cambio competitiva
6. Liberalización del comercio internacional
7. Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas
8. Privatización
9. Desregulación
10. Derechos de propiedad (De “La idolatría del Estado”-Carlos Mira-Ediciones B-Buenos Aires 2006)

El autor del libro citado sugiere que, si les parece mal el conjunto de sugerencias mencionado, podrían intentar adoptar las medidas totalmente opuestas para observar su resultado.

De todas formas, no es descartar que el FMI cometa errores de la misma manera en que el médico puede equivocarse al tratar algún desarreglo cometido por su paciente. Pero no puede culparse al médico por la enfermedad que trata de eliminar. Así, Torcuato S. Di Tella y colaboradores escriben respecto de las intervenciones del FMI:

“Tal estructura funciona para los países más desarrollados, ya que la devaluación hace más competitivos los precios de sus exportaciones industriales y éstas pueden ser incrementadas a breve plazo; al mismo tiempo, sus importaciones son de tal naturaleza que pueden ser generalmente sustituidas por la producción nacional. Los sacrificios transitorios del «ajuste» no tienen así efectos recesivos y llevan a una rápida recuperación”.

“No ocurre lo mismo en los países menos desarrollados, y las consecuencias de este tipo de medidas son particularmente gravosas para las economías donde existe un sector industrial importante, como la Argentina y otros países de nivel «intermedio» de América Latina”. “En efecto, en tales países existe una necesidad relativamente alta de importaciones de insumos para la evolución de la industria, cuya restricción implica cierto grado de paralización industrial, la cual se propaga deprimiendo el conjunto de la economía, provocando desocupación e infraconsumo” (Del “Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas”-T. Di Tella. H. Chumbita. S. Gamba. P. Fajardo-Emecé Editores- Buenos Aires 2008).

Cuando algunos países fuertes son los que deben hacer importantes aportes monetarios para evitar la crisis de toda la región, habrán de surgir los auténticos indignados que ven como un país ordenado y serio debe hacerse cargo de la situación creada por la irresponsabilidad y la demagogia dominantes en otros países.

Resolver las situaciones extremas es algo que ha de quedar en manos de especialistas, pero el camino erróneo que lleva a las situaciones de crisis es algo que puede preverse y evitarse. Cuando en un pueblo sólo interesa el corto plazo o la situación personal de cada uno, se tiende a no contemplar la paulatina formación de crisis potenciales que podrán venir en el futuro. Al menos tengamos presente que nunca la demagogia y el populismo llevaron, en el largo plazo, a situaciones de efectivas mejoras económicas y sociales.

martes, 16 de agosto de 2011

Masificación y poder político

Algunos políticos, como el Mahatma Gandhi, promovían en el individuo un crecimiento espiritual para que superaran así su estado de masificación. Otros, sin embargo, alientan ese estado incluso promoviendo la violencia entre sectores. Se distinguen así dos actitudes opuestas: la del que orienta a los individuos hacia un mejoramiento individual y los que se ubican al lado de los “débiles” para protegerlos de algún enemigo real o imaginario. Se supone, en este caso, que el débil siempre necesitará del líder populista que piense y decida por él. Quien mejor ha descripto el fenómeno de la masificación es el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955), de quien se citan algunos párrafos que aparecen en su libro “La rebelión de las masas” (Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1985).

Ortega: “Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que sólo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga –sine nobilitate-, snob”.

“Como el snob (sin nobleza) está vacío de destino propio, como no siente que existe sobre el planeta para hacer algo determinado e incanjeable, es incapaz de entender que hay misiones particulares y especiales mensajes. Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra. La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende a que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer”.

Comentario: La ausencia de metas implica cierta desorientación en la vida. Incluso al individuo sin aspiraciones le resulta indiferente delegar las decisiones importantes, que pudiera tener, en el político que ha de dirigir su vida desde el Estado.

Ortega: “La misión del llamado «intelectual» es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban”.

“El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento”.

Comentario: Resulta evidente que el fenómeno de la masificación es alentado por los políticos populistas, que vienen a ser los directores generales de tal proceso.

Ortega: “Cuando alguien nos pregunta qué somos en política, o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad, el Estado, el uso, el Derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos los gatos resulten pardos”.

Comentario: Se ha llegado al extremo de que, en la Argentina, quien no sea izquierdista, sea tildado de “oligarca” y de estar a favor del imperialismo yankee. Incluso se le negará la posibilidad de ser nacionalista, o partidario de su propio país.

Ortega: “La vida pública no es sólo política, sino, a la par y aun antes, intelectual, moral, económica, religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar”.

“Y es indudable que la división más radical que cabe hacer en la humanidad es esta en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva”.

Comentario: En la división que hace Ortega está el germen de la desigualdad social, de la cual hay dos soluciones posibles: la primera consiste en tratar de que todos se esfuercen por cumplir con sus deberes, mientras que la otra “solución” consiste en repartir equitativamente (por igual) los beneficios logrados por quienes hacen el mayor esfuerzo, es decir, se trata de repartir la cosecha sin antes haber repartido equitativamente la siembra.

Ortega: “Al amparo del principio liberal y de la norma jurídica podían actuar y vivir las minorías. Democracia y ley, convivencia legal, eran sinónimos. Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en la que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”.

Comentario: El limitado (o nulo) respeto a la ley, es otro de los síntomas mostrados por la sociedad en la que sus integrantes sólo piensan en sus derechos mientras que exigen el cumplimiento de los deberes ajenos. Poco piensan en sus propios deberes y poco piensan en los derechos de los demás.

Ortega: “En nuestro tiempo, el ingrediente terrible lo pone la arrolladora y violenta sublevación moral de las masas, imponente, indominable y equívoca como todo destino”.

Comentario: No sólo los políticos populistas promueven la sublevación moral, sino también los medios masivos de comunicación. Esos medios, en poder de los políticos populistas, tienen una gran capacidad para influir sobre las masas.

Ortega: “El hecho que necesitamos someter a anatomía puede formularse bajo estas dos rúbricas: primera, las masas ejercitan hoy un repertorio vital que coincide, en gran parte, con el que antes parecía reservado exclusivamente a las minorías; segunda, al propio tiempo, las masas se han hecho indóciles frente a las minorías; no las obedecen, no las siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan”.

Comentario: Los populistas pregonan que no debe haber desigualdad de clases ni minorías privilegiadas (algo aceptado por todos). Sin embargo, lo que buscan las masas (y quienes las dirigen) es reemplazar las minorías dominantes suplantándolas por el poder de las masas. Así, se hablaba del peronismo como la “nueva oligarquía analfabeta”. Incluso Andrei Sajarov se refería a la clase privilegiada en la ex -URSS expresando: “..atrincheradas en su bienestar las minorías satisfechas”. Marx alentaba a reemplazar el poder de la burguesía por la “dictadura del proletariado”.

Ortega: “Los derechos niveladores de la generosa inspiración democrática se han convertido, de aspiraciones e ideales, en apetitos y supuestos inconscientes”.
“Se quiere que el hombre medio sea señor. Entonces no extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que se niegue a toda servidumbre, que no siga dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria; son algunos de los atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío. Hoy los hallamos residiendo en el hombre medio, en la masa”.

Comentario: Quienes estamos indignados por la sublevación de la gente inculta, somos los que pertenecemos a la clase media, que nunca hemos pretendido sentirnos, ni ser, aristócratas ni oligarcas y que actualmente debemos padecer la agresividad, la irrespetuosidad, y otras actitudes negativas, por parte de las masas instigadas por las ideologías del odio.

Ortega: “No somos disparados sobre la existencia como la bala de un fusil, cuya trayectoria está absolutamente predeterminada. La fatalidad en que caemos al caer en este mundo –el mundo es siempre este, este de ahora- consiste en todo lo contrario. En vez de imponernos una trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos fuerza….a elegir. ¡Sorprendente condición la de nuestra vida! Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercer la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión. Inclusive cuando desesperados nos abandonamos a lo que quiera venir, hemos decidido no decidir”.

“Es, pues, falso decir que en la vida «deciden las circunstancias». Al contrario: las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter”.

“Todo esto también vale para la vida colectiva. También en ella hay, primero, un horizonte de posibilidades, y luego, una resolución que elige y decide el modo efectivo de la existencia colectiva. Esta resolución emana del carácter que la sociedad tenga, o, lo que es lo mismo, del tipo de hombre dominante en ella. En nuestro tiempo domina el hombre-masa; es él quien decide. No se diga que esto era lo que acontecía ya en la época de la democracia, del sufragio universal. En el sufragio universal no deciden las masas, sino que su papel consistió en adherirse a la decisión de una u otra minoría. Estas presentaban sus «programas» -excelente vocablo. Los programas eran, en efecto, programas de vida colectiva. En ella se invitaba a la masa a aceptar un proyecto de decisión”.

“Hoy acontece una cosa muy diferente. Si se observa la vida pública de los países donde el triunfo de las masas ha avanzado más –son los países mediterráneos- sorprende notar que en ellos se vive políticamente al día. El fenómeno es sobremanera extraño. El Poder público se halla en manos de un representante de masas. Estas son tan poderosas, que han aniquilado toda posible oposición. Son dueñas del Poder público en forma tan incontrastable y superlativa, que sería difícil encontrar en la historia situaciones de gobierno tan prepotentes como éstas. Y, sin embargo, el Poder público, el Gobierno, vive al día; no se presenta como un porvenir franco, no significa un anuncio claro de futuro, no aparece como comienzo de algo cuyo desarrollo o evolución resulte imaginable. En suma, vive sin programa de vida, sin proyecto. No sabe dónde va porque, en rigor, no va, no tiene camino prefijado, trayectoria anticipada. Cuando este Poder público intenta justificarse, no alude para nada el futuro, sino, al contrario, se recluye en el presente y dice con perfecta sinceridad: «Soy un modo anormal de gobierno que es impuesto por las circunstancias». Es decir, por la urgencia del presente, no por cálculos del futuro. De aquí que su actuación se reduzca a esquivar el conflicto de cada hora; no a resolverlo, sino a escapar de él por el pronto, empleando los medios que sean, aun a costa de acumular con su empleo mayores conflictos sobre la hora próxima. Así ha sido siempre el Poder público cuando lo ejercieron directamente las masas; omnipotente y efímero. El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormes”.

Comentario: Esta excelente descripción, que se ha incluido en algunos libros de Psicología Social, no debe pasar inadvertida por ninguna sociedad, especialmente las que viven en una etapa de profunda crisis moral.

Mientras que en España, Ortega y Gasset describía al “hombre-masa”, en la Argentina, José Ingenieros (1877-1925) describía al “hombre-mediocre”. Sin duda que ambos describen un mismo hecho social, el cual es el punto de partida que podemos adoptar para comprender muchos de los movimientos políticos del siglo XX, que se proyectan sobre el siglo XXI.

La rebelión, sublevación o subversión del hombre-masa, o del hombre-mediocre, no apunta a una pretendida (y legítima) igualdad social, a la que toda sociedad debe aspirar, sino que, esencialmente, esta actitud generalizada busca reemplazar a la clase predominante, o bien a la clase media, para ejercer su dominio y, a veces, su venganza antes supuestos, y reales, agravios y desprecios recibidos.

Ortega: “Si ese tipo humano sigue dueño de Europa y es definitivamente quien decide, bastarán treinta años para que nuestro continente retroceda a la barbarie”.

Comentario: Luego de la plena vigencia de los movimientos de masas (fascismo, nazismo, comunismo), la barbarie llegó a Europa en una manera nunca vista, tal el caso de la Segunda Guerra Mundial y los asesinatos masivos de Hitler y Stalin contra parte de sus propios pueblos. Recordemos que el libro de Ortega y Gasset apareció en la década de los 20, es decir, previamente a esos acontecimientos.

Ortega: “Lo que antes se hubiera considerado como un beneficio de la suerte que inspiraba humilde gratitud hacia el destino, se convirtió en un derecho que no se agradece, sino que se exige”.

“Esto nos lleva a apuntar en el diagrama psicológico del hombre-masa actual dos primeros rasgos: la libre expansión de sus deseos vitales, por tanto, de su persona, y la radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia. Uno y otro rasgo componen la conocida psicología del niño mimado. Y, en efecto, no erraría quien utilice ésta como una cuadrícula para mirar a su través el alma de las masas actuales.”

“Mi tesis es, pues, ésta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como una organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautela se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fueren derechos nativos. En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que en más vastas y sutiles proporciones usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre”.

Comentario: Teniendo presente que la sociedad funciona como un edificio sustentado en la economía y en las empresas (que producen bienes y servicios, y que dan empleo), si uno desea derribar ese edificio, debe destruir primeramente sus columnas. Así, la mayoría de la sociedad (al menos en la Argentina) opina en forma adversa respecto de todo empresario, que es “altamente sospechoso hasta que demuestre lo contrario”. También sueñan con que el terrorismo derribe definitivamente a EEUU, incluso a Europa, sin tener en cuenta que ambos, con el 11 o 12% de la población mundial, producen (sus empresas) cerca de un 70% de lo que se produce en todo el mundo. Ya que tanto EEUU como Europa, no son perfectos y son bastante egoístas, para las masas estaría justificado el terrorismo que han recibido y que deberían recibir.

Ortega: “Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por él Estado; es decir, la anulación de la espontaneidad histórica que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos. Cuando la masa siente alguna desventura, o simplemente algún fuerte apetito, es una gran tentación para ella esa permanente y segura posibilidad de conseguirlo todo –sin esfuerzo, lucha, duda ni riesgo- sin más que tocar el resorte y hacer funcionar la portentosa máquina. La masa dice: «El Estado soy yo», lo cual es un perfecto error. El Estado es la masa sólo en el sentido en que puede decirse de dos hombres que son idénticos porque ninguno de los dos se llama Juan. Estado contemporáneo y masa coinciden sólo en ser anónimos. Pero el caso es que el hombre-masa cree, en efecto, que él es el Estado, y tenderá cada vez más a hacerlo funcionar con cualquier pretexto, a aplastar con él toda minoría creadora que lo perturbe –que lo perturbe en cualquier orden: en política, en ideas, en industria”.

“El resultado de esta tendencia será fatal. La espontaneidad social quedará violentada una vez y otra por la intervención del Estado; ninguna nueva simiente podrá fructificar. La sociedad tendrá que vivir para el Estado; el hombre, para la máquina del Gobierno. Y como a la postre no es sino una máquina cuya existencia y mantenimiento dependen de la vitalidad circundante que la mantenga, el Estado, después de chupar el tuétano a la sociedad, se quedará hético, esquelético, muerto con esa muerte herrumbrosa de la máquina, mucho más cadavérica que la del organismo vivo”.

Comentario: Quizás la mayor simplicidad, en la descripción de las tendencias políticas, surja al tenerse presentes los escritos de Ortega y Gasset. De ellos se extrae que, al existir el hombre-masa, los populismos lo orientarán hacia la búsqueda del pleno dominio del Estado (totalitarismo). Así se explica el surgimiento del fascismo, del nazismo, del comunismo y del peronismo. Como oposición al totalitarismo existirán las tendencias democráticas liberales. La oposición mayor será la de las tendencias que buscan el resurgimiento del individuo, desde un punto de vista ético.

Ortega: “Una sociedad dividida en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión queda recíprocamente anulada, no da lugar a que se constituya un mando. Y como a la Naturaleza le horripila el vacío, ese hueco que deja la fuerza ausente de la opinión pública se llena con la fuerza bruta”.

Comentario: Podemos decir que la causa por la que un país entra en una severa crisis, radica en la toma del poder (en forma directa o indirecta) por parte de las masas. También la solución vendrá de la toma del poder por parte de la gente moralmente apta. Debe aclararse que la definición de hombre-masa no involucra el nivel económico o social de los individuos, sino su nivel cultural amplio, que incluye aspectos éticos.

Ortega: “En los capítulos anteriores he intentado filiar un nuevo tipo de hombre que hoy predomina en el mundo: le he llamado hombre-masa, y he hecho notar que su principal característica consiste en que sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él. Era natural que si ese modo de ser predomina dentro de cada pueblo, el fenómeno se produzca también cuando miramos el conjunto de las naciones. También hay, relativamente, pueblos-masas resueltos a rebelarse contra los grandes pueblos creadores, minoría de estirpes humanas que han organizado la historia. Es verdaderamente cómico contemplar cómo esta o la otra republiquita, desde su perdido rincón, se pone sobre la punta de sus pies e increpa a Europa y declara su cesantía en la historia universal”.

Comentario: Los que adhieren a las tendencias totalitarias, culpan a EEUU, principalmente, y a Europa, de todos los males existentes sobre la Tierra. Se culpa más a los que realizan que a los que poco o nada hacen, ni por ellos ni por los demás. Cuando predomina el hombre-masa, incluso los países poderosos se convierten en “republiquitas”, que hacen y promueven guerras, tratando de dominar a los demás países. Como en el caso de una sociedad, también la decadencia mundial puede describirse en base a la masificación descripta por Ortega y Gasset.

sábado, 23 de enero de 2010

Los que olvidan el pasado

Se ha dicho que “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir sus tragedias” (Marco Tulio Cicerón). También cabe la pregunta acerca de qué sucederá con los pueblos que falsifican su historia hasta hacer del pasado algo irreconocible.

En la actualidad, en la Argentina, la figura histórica más influyente es la de Juan D. Perón. Incluso los políticos opositores al peronismo pocas veces se atreven a referirse el líder fundador ya que ello podrá costarles una pérdida de posibles votos provenientes del sector peronista.

Sus seguidores lo presentan casi como a un santo que trató de mejorar la situación de los pobres, mientras atribuyen a la oposición (la oligarquía) haber impedido ese noble objetivo debido a la natural perversidad de ese sector. La descalificación de la oposición aseguraría el éxito inmediato, incluso asociándola al imperialismo yankee, con quien se la identificaría.

Para entender el peronismo de las primeras etapas, podría hacerse una analogía con Hugo Chávez, el presidente de Venezuela. Mientras que Chávez trata de revivir el fracasado socialismo, para convertirse en un líder Latinoamericano, comprando armas, influyendo en países vecinos y creando fuertes divisiones internas entre partidarios y opositores, Perón trató de revivir al fascismo-nazismo derrotado en la Segunda Guerra Mundial, tratando de convertirse en un líder Latinoamericano, comprando armas, y todo lo demás. No es difícil advertir que ambos responden a perfiles psicológicos que tienen cierta similitud. Mauricio Rojas escribe: “En el fascismo europeo Perón había encontrado la fórmula mágica que, según creía, podría transformar la Argentina en una nación poderosa capaz de afirmar su independencia contra todo y todos. La influencia fascista se tornó visible en las ideas de Perón sobre una sociedad corporativa –la “comunidad organizada”, como la llamaría‒ basada en la cooperación, controlada por el Estado, entre los diferentes grupos e intereses de la sociedad. Lo mismo sucedió con la idea de un desarrollo económico introvertido con un espíritu de autosuficiencia o autarquía tan típico del totalitarismo del momento” (De “Historia de la crisis argentina” – Editorial Distal – Buenos Aires 2004)

El propio Perón expresa: “Me ubiqué en Italia entonces. Y allí estaba sucediendo una cosa: se estaba haciendo un experimento. Era el primer socialismo nacional que aparecía en el mundo. No entro a juzgar los medios, que podían ser defectuosos. Pero lo importante era esto: en un mundo ya dividido en imperialismos, ya flotantes, y un tercero en discordia que dice: No, ni con unos ni con otros, nosotros somos socialistas, pero socialistas nacionales. Era una tercera posición entre el socialismo soviético y el imperialismo yankee. Para mí ese experimento tenía un gran valor histórico. De alguna manera uno ya estaba intuitivamente metido en el futuro, estaba viendo qué consecuencias tendría ese proceso” (Citado en “Crítica de las ideas políticas argentinas” de Juan José Sebreli – Editorial Sudamericana SA – Buenos Aires 2002)

Como buen demagogo, Perón creó una gran división en el pueblo. Puede decirse incluso que creó las condiciones para una guerra civil. Juan José Sebreli escribió: “La discusión entre dos ideas distintas, la tolerancia hacia el otro, esencial para hablar de una vida democrática y pluralista, hubiera sido inconcebible en el peronismo, que dividía la sociedad en términos antagónicos, irreconciliables, patria-antipatria, pueblo-oligarquía, nación-imperialismo; la contraposición entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ era constante en el discurso peronista”.

Como en todo régimen totalitario, existió una tendencia al partido único. Juan José Sebreli escribe: “La pluralidad política quedaba, de ese modo, anulada porque el justicialismo en tanto doctrina nacional se identificaba con el ‘ser nacional’; en consecuencia, quien no la acatara se hacía pasivo del delito de traición a la patria”. Incluso Perón afirmó: “El que está contra el peronismo está contra la patria”.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el gobierno peronista admite la entrada al país de gran cantidad de exiliados nazis, varios de los cuales asesoran a Perón. Raúl Damonte Taborda escribe: “Perón atacó a todos los dirigentes civiles de la Argentina, como a los causantes, desde 1810, de los males nacionales. Los políticos habrían vendido al país, esclavizado a la clase obrera, entregado la Nación al imperialismo inglés y norteamericano. Con la prensa, la universidad y los partidos amordazados, con los gremios intervenidos y sus dirigentes en la cárcel, Perón repitió esas consignas por la radio, los diarios y la propaganda impresa, una y millares de veces. Aplicaba la técnica hipócrita de Hitler, campeón de las clases sometidas y los pueblos pobres, contra el capitalismo, la democracia, el individualismo, el catolicismo y el judaísmo internacional” (De “Ayer fue San Perón” – Ediciones Gure– Bs.As. 1955).

Si consideramos el ideal sanmartiniano de la lucha por la liberación de los pueblos como el ideal representativo de la Argentina, es fácil advertir que los ideales peronistas son totalmente opuestos. Bajo el peronismo se buscó la subordinación de países vecinos para formar parte de un nuevo régimen nazi-fascista. Perón expresó el 8 de marzo de 1951: “En la historia universal la supervivencia pertenece a los pueblos guerreros, porque la humanidad ha vivido permanentemente en la lucha y porque en la vida de las naciones existen etapas heroicas que imponen todos los sacrificios para que la patria siga viviendo. Estas etapas son intransitables para algunos pueblos”. Mientras que en el Manifiesto del GOU, grupo de coroneles liderados por Perón, se expresa: “Jamás un civil comprenderá la grandeza de nuestro ideal…conquistado el poder, nuestra única misión será ser fuertes. Más fuertes que todos los otros países unidos…La lucha de Hitler en la paz y en la guerra nos servirá de guía….Las cinco naciones unidas (Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay), atraerán fácilmente al Brasil, debido a su forma de gobierno y a los grandes núcleos de alemanes. Caído el Brasil, el Continente Sudamericano será nuestro. Nuestra tutoría será un hecho. Hecho grandioso y sin precedentes…”) (Citado en “Ayer fue San Perón”)

Raúl Damonte Taborda escribe: “Nunca el contra-ideal de la violencia, de agresión, de tiranía, de guerra expansiva ha sido exaltado como un ideal por ningún hombre ni pueblo de América. Eso es lo que hoy entristece y alarma a todos los ciudadanos de todos los pueblos americanos. Un dictador proclama, como lo hicieron Hitler y Mussolini, la crisis de la libertad, de la cultura y del espíritu, lanzando el espionaje y las quintas columnas por encima de sus fronteras, exaltando la guerra como instrumento de la Providencia. ¿No es una inercia incomprensible la de los pueblos del hemisferio, que asisten a los congresos internacionales y se sientan junto a los delegados de Perón, sin denunciarlo ni enjuiciarlo? ¿No existen los instrumentos jurídicos en América para detener la política de agresión peronista? Existen, pero no se aplican. Existen, pero no los ponen en juego, unos, porque tienen miedo. Y otros, porque creen que Perón es un charlatán”.

Algunos de los “consejos” que Perón dio a sus seguidores fueron: “El día que ustedes se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que cuelgan” (2/Agosto/1946) “Entregaremos unos metros de piola a cada descamisado y veremos quien cuelga a quién” (13/Agosto/1946). “Con un fusil o con un cuchillo a matar” (24/Junio/1947). “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (8/Septiembre/1947). “Vamos a salir a la calle una sola vez para que no vuelvan más ellos ni los hijos de ellos” (3/Junio/1951). “Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades puede ser muerto por cualquier argentino (…) Y cuando uno de los nuestros caigan, caerán cinco de ellos (…) Que sepan que esta lucha que iniciamos no ha de terminar hasta que los hayamos aniquilado y aplastado” (31/Agosto/1955) (Citados en “Crítica de las ideas políticas argentinas” de Juan José Sebreli).

Mientras que algunos vaticinaban, en las primeras décadas del siglo XX, que la Argentina podría seguir los pasos de Canadá, Australia o incluso de los EEUU, la realidad fue muy distinta. El economista Paul Samuelson escribió: “La democracia evolucionó con tendencia al populismo…Las promesas para favorecer a la importante cantidad de necesitados eran fáciles de hacer, pero la dura realidad de los mecanismos del mercado convierte los intentos de incrementar los índices salariales por decreto en inflación real en lugar de índices netos y sostenibles”. Octavio Carranza agrega: “Es ingenua la creencia, sustentada por los políticos populistas, de que el bienestar general depende de la buena voluntad o de la generosidad de los gobernantes. La paradoja del populismo es que, siendo su intención ayudar a los pobres, en realidad los multiplica a través del decaimiento que resulta del acoso al capital y de la fuga de capitales que ocasiona” (De “Radiografía de los populismos argentinos” – Liber Liberat – Córdoba 2007).

Una vez depuesto, Perón siguió desde España apoyando a grupos subversivos como Montoneros, escribiéndoles mensajes como el siguiente: “Estoy completamente de acuerdo y encomio todo lo actuado. Nada puede ser más falso que la afirmación que con ello ustedes estropearon mis planes tácticos porque nada puede haber en la conducción peronista que pudiera ser interferido por una acción deseada por todos los peronistas (…) Totalmente de acuerdo en cuanto afirman sobre la guerra revolucionaria. Es el concepto cabal de tal actividad beligerante. Organizarse para ello y lanzar las operaciones para ‘pegar cuando duele y donde duele’ es la regla. Donde la fuerza represiva esté: nada; donde no esté esa fuerza, todo. Pegar y desaparecer es la regla porque lo que se busca no es una decisión sino un desgaste progresivo de la fuerza enemiga (…) Pero por sobre todas las cosas han de comprender los que realizan la ‘guerra revolucionaria’ que en esa ‘guerra’ todo es lícito si la finalidad es conveniente” (Citado en “La otra parte de la verdad” de Nicolás Márquez – Buenos Aires 2007)

Los más de 20.000 atentados y los miles de muertos ocasionados a partir de la lucha iniciada por la “juventud maravillosa” de Perón, es otro de los hechos que el país debe “agradecerle”. Cuando regresa en la década de los setenta, debe optar por uno de los grupos peronistas a quienes alentó y utilizó, es decir, debía optar por el que adhería al socialismo nacional (fascismo) o bien por el que adhería al socialismo soviético (marxismo), optando por el primero.

Si bien resulta aconsejable dejar de lado el pasado para mirar hacia el futuro, debemos dejarlo una vez que se ha dicho toda la verdad, o gran parte de ella. Una vez conocida, debemos seguir los pasos (o al menos observarlos) de los pueblos que tuvieron éxito, en lugar de seguir a los que fracasaron rotundamente. En esto parece consistir la diferencia entre los países desarrollados (los que buscan el éxito en forma consciente) y aquellos que no lo son.

miércoles, 20 de enero de 2010

Chávez, el hombre más imprevisible

Por Andrés Oppenheimer

Antes de irme de Venezuela, y luego de intentarlo a través de varios conocidos comunes, logré una entrevista con el hombre que mejor conocía a Chávez: su mentor político y artífice de su ascenso al poder, Miquilena.

Miquilena había sido el padre intelectual de Chávez, el hombre que había organizado su primer viaje a Cuba, el jefe de campaña de su primera victoria electoral de 1998 y su todopoderoso ministro del Interior y presidente del Congreso hasta que había renunciado en 2002, por desacuerdos con su jefe.

Según me contó, se habían conocido poco después de la intentona golpista de 1992, cuando Chávez estaba en la cárcel. Cuando salió, se fue a vivir a la casa de Maquilena, donde permaneció durante cinco años, hasta ganar la presidencia en 1998. “Allí nos sentábamos a soñar de noche, a conversar sobre el país decente, el país humilde, el país sin ladrones, para abatir la miseria totalmente injustificada que el país estaba sufriendo, y sigue sufriendo”, recuerda.

Miquilena se había retirado del gobierno a mediados del 2002, frustrado por el hecho de que Chávez no siguiera su consejo de bajar el tono incendiario de sus discursos, que estaban volviendo en contra cada vez más a los sindicatos, a los empresarios, a la Iglesia y a los militares, y creando cada vez más enemigos del gobierno.

¿”Cómo definiría a Chávez”?, le pregunté a Miquilena. ¿Es un nuevo Castro, un Pinochet disfrazado de izquierdista, o qué? El ex padre intelectual de Chávez, intercalando anécdotas de sus casi diez años de trato diario con el Presidente venezolano, me lo describió como un hombre intelectualmente limitado, impulsivo, temperamental, rodeado de obsecuentes, increíblemente desordenado en todos los aspectos de su vida, impuntual, absolutamente negado para las finanzas, amante del lujo, y por sobre todas las cosas errático.

“Por el conocimiento que tengo de Chávez, es uno de los hombres más impredecibles que he conocido. Hacer cálculos acerca de él es verdaderamente difícil, porque es temperamental, emotivo, errático. Y porque no es un hombre bien amueblado mentalmente, ni un hombre con una ideología definida….está hecho estructuralmente para la confrontación. Él no entiende el ejercicio del poder como el árbitro de la Nación, como el hombre que tiene que establecer las reglas del juego y que tiene que manejar la conflictividad desde el punto de vista democrático. No está preparado para ello”, respondió.

¿Pero no acababa de decirme que Chávez compartía las ideas de Castro? “Sí y no”, respondió. Después de su primer viaje a Cuba en 1994, y del inesperado recibimiento que la había dado Castro, “Chávez decía que era interesante la experiencia de Fidel, que había sido exitosa. (Él veía) el éxito de Fidel como un éxito de orden personal, por el hecho de haber perdurado en el poder. Pero en ese momento, él era perfectamente consciente de que eso (Cuba) no tenía nada que ver con Venezuela, que el mundo de hoy no estaba para ese tipo de cosas”, dijo Miquilena.

“¿Y qué cambió después? ¿Se fue radicalizando con el tiempo?”, pregunté. Miquilena dijo que la dinámica de los acontecimientos fue llevando a Chávez cada vez más cerca de Castro, pero más por motivos que tenían que ver con su temperamento que ideológicos. Quizás, el narcisismo de Chávez lo había llevado a una retórica cada vez más confrontacional –y cercana a Castro- porque eso era lo que le generaba la mayor atención mundial y le permitía proyectarse como un líder político continental. Cuanto más “antiimperialistas” eran sus discursos, más grandes eran los titulares, y más gente en los movimientos de izquierda latinoamericanos lo tomaban en serio. Y, simultáneamente, cuanto más evidente se hacía el deterioro político de Venezuela, más necesitaba de una excusa externa para explicarlo, y nada caía mejor en la región –especialmente con Bush en el poder- que culpar a EEUU por “agresiones” reales e imaginarias. Y, finalmente, “Fidel le había metido en la cabeza desde un principio la idea de que lo iban a matar”, dijo Miquilena. Por eso Chávez comenzó a asesorarse con la guardia personal de Castro y a aceptar gradualmente cada vez más cubanos en sus organismos de seguridad e inteligencia. Cuando se produjo el paro petrolero de 2002, los cubanos habían enviado técnicos e ingenieros para ayudar al gobierno a superar el trance. Y una vez consolidado en el poder, Chávez había aceptado gustosamente los 17 mil maestros y médicos cubanos, que le permitían proveer atención médica y educación en las zonas más rezagadas del país.

Pero Chávez nunca había tenido una ideología muy definida, ni un plan a largo plazo, porque era un hombre fundamentalmente indisciplinado, decía Miquilena. Su estilo de gobernar era casi adolescente. Llamaba a sus ministros pasadas las 12 de la noche para contarles una idea brillante que se le acababa de ocurrir, daba instrucciones para todos lados, todos le decían que sí, y nadie jamás le daba seguimiento a sus órdenes. Después, cuando las cosas no funcionaban, cambiaba los ministros. No era casual que, en cinco años de gobierno, hubiera hecho ochenta cambios de ministros.

“Él está rodeado de los que en el ejército llaman ‘ordenanzas’. No tiene ninguna posibilidad de que haya alguien a su alrededor que lo contradiga”, recordó Miquilena. Arcaya, el ex embajador de Chávez en Washington, que había sido su ministro de Gobierno y Justicia, me había contado poco antes que Chávez solía llamarlo tarde en la noche, a veces hasta las 4 de la mañana, con algún pedido del que casi invariablemente se olvidaba al día siguiente. “Yo le dije una vez: ‘Hugo, el principal causante de la desorganización eres tú’”, recordaba Arcaya. “Él preguntó: ¿porqué dices eso? Bueno, porque le pides a un ministro que te prepare un informe sobre la educación, que te prepare un sancocho, que vaya un momentito a los EEUU a hablar con el banco, que regrese y lleve a los niños a un juego de béisbol. Y eso no se puede hacer. Te van a decir, por supuesto, señor presidente, y después no van a hacer nada”.

Aunque Chávez trataba mucho mejor a Miquilena que al resto de sus ministros, el todopoderoso ministro del Interior también había sufrido las consecuencias del caos en el gobierno. “Es el hombre más absolutamente impuntual que te puedas imaginar, para todo. No tiene un horario para nada, no preside el gabinete, va a su oficina cuando quiere”, recordaba Miquilena. Y trataba pésimo a sus colaboradores. “El trato mismo que les da a sus subalternos es un trato despótico, un trato humillante. Los humilla. A un gobernador, delante de nosotros, altos funcionarios, le dijo en una oportunidad que era una porquería, que no servía para nada, que ‘usted se me va inmediatamente de aquí’”, señaló Miquilena. “Después, reconoce que comete errores, se da cuenta que lo ha hecho mal….pero al rato vuelve a hacerlo”.

En el manejo económico del gobierno, Chávez operaba con total arbitrariedad, como si manejara una hacienda personal. No tiene idea en materia de finanzas. Absolutamente ninguna regla de control. De golpe manda: “Dale la banco tal tanto millones”, decía Miquilena. Pocos días atrás, Chávez había dado un discurso ante el Banco de la Mujer, y le habían presentado un plan que le había gustado. “Esto está muy bueno. Están haciendo una gran labor. ¿Hay algún ministro aquí? ¿Alguien de la Casa Militar? Ah, González, bueno, anótame ahí, para darle 4 mil millones a este banco”, había dicho el presidente venezolano, en una escena televisada por cadena nacional. Y esto sucedía todos los días, decía el ex ministro del Interior.

Antes de dar por terminada la entrevista, no pude menos que volver a plantear la pregunta de fondo, la que me venía haciendo desde mi llegada a Venezuela. ¿Quién tenía razón? ¿Petkoff, que decía que en Venezuela no se estaba gestando una dictadura sino “un proceso de debilitamiento de las instituciones para fortalecer a un caudillo”, o Garrido, que decía que Chávez estaba implementado un plan gradual de control absoluto del poder, perfectamente planeado, que desde un inicio había previsto duraría veinte años a partir de su llegada a la presidencia? “Creo que Garrido supone que Chávez es un hombre ideológicamente estructurado, formado para tomar ese camino. Difiero con él en eso. Creo que lo que tiene Chávez en la cabeza es un revoltillo de cosas, y que se deja llevar por lo que va ocurriendo cada día. Es un hombre puramente temperamental…..Su norte es permanecer en el poder…No tiene la disciplina, ni una teoría clara de adónde va”, concluyó Miquilena.

Poniendo en la balanza lo que decía Petkoff y lo que me había dicho Miquilena en Caracas, me convencí más que nunca de que Chávez era lo que siempre sospeché: un militar intelectualmente rudimentario pero sumamente astuto, aferrado al poder, cuyo éxito político se debía en buena parte a que los precios del petróleo se habían disparado por las nubes durante su mandato. Su mesianismo era casi paralelo a los índices del precio del petróleo. A mediados de 2005, cuando el crudo costaba en más de 60 dólares por barril, Chávez se presentaba como el redentor de Venezuela tras quinientos años de opresión.

Quizá quien me había hecho la mejor descripción ideológica de Chávez era Manuel Caballero, uno de los principales intelectuales de la izquierda venezolana. Al igual que Petkoff y Miquilena, Caballero me había sugerido tomar con pinzas el izquierdismo de Chávez, y verlo más como un militar populista que como un ideólogo de izquierda. Después de observarlo de cerca durante años, Caballero concluyó: “Chávez no es comunista, no es capitalista, no es musulmán, no es cristiano. Es todas esas cosas, siempre que le garanticen quedarse en el poder hasta 2011”.

(Extractos del libro “Cuentos chinos” de Andrés Oppenheimer – Editorial Sudamericana SA – Buenos Aires 2005)

domingo, 27 de diciembre de 2009

Populismo y Economía

La ciencia económica, para ciertos políticos, es una ideología más, por lo cual no habría inconvenientes en desconocerla completamente y aún así esperar resultados deseables. Buscan adaptar la economía a la política en lugar de adaptar ésta a aquélla. Respecto del populismo, Rubén H. Zorrilla escribió:

“Los más distintos populismos reposan en una concepción económica fundada en la noción de reparto o «distribución». Hay que sacar a los que tienen para dar a los que no tienen, por dos razones: porque los que tienen más lo han robado o, en el mejor de los casos, explotado a los que tienen menos (lo que a veces es cierto) y porque hay que ejercer la solidaridad social. Esta posición no admite que los que tienen más hayan creado riquezas antes inexistentes, o que sin su iniciativa y diligencia no hubieran existido. Postula, en cambio, que desde el poder se podrá crearlas” (De “Principios y leyes de la Sociología” – EMECE Editores SA – Bs.As. 1992)

Los gobiernos populistas aumentan notablemente los “gastos sociales” recurriendo casi siempre a la emisión de billetes. El circulante llega así a superar la disponibilidad de bienes existentes, lo que hace surgir la inflación. Luis Pazos escribió:

“La inflación es un aumento desproporcionado de circulante en relación con el aumento de bienes producidos. El aumento de circulante puede ser medido por medio de papel moneda, créditos o emisión de bonos o valores del Estado. El alza de precios es un reflejo de la inflación y no la inflación en sí”.

La necesidad de emitir billetes proviene de la mayor cantidad de gastos del Estado que supera a los ingresos (impuestos, principalmente). Jacques Rueff escribió:

“Si queremos evitar estos desórdenes, no hay más que un medio para ello: remediar la causa que los ha provocado. Y esta causa es siempre la misma: el déficit” (De “La época de la Inflación” – Ediciones Guadarrama – Madrid 1967).

En cuanto a los efectos de la inflación, se consideran los siguientes:

a) Alteración en la detentación de la riqueza: Favorece a los deudores a expensas de los acreedores; beneficia a los que tienen rentas variables y perjudica a los receptores de rentas fijas y asalariados.
b) Impuesto general: El nuevo circulante adquiere su valor a costa del circulante en poder de los particulares. La inflación es la forma más subrepticia que tiene un gobierno para disponer del ahorro del pueblo sin su consentimiento y sin necesidad de decretar nuevos impuestos.
c) Alteración de los recursos productivos: Por falta del cálculo de los costos y el clima de incertidumbre, muchas empresas dejan de producir y alteran su producción.
d) La escasez: Como consecuencia del aumento de la demanda y el consumo excesivo, por la prevención de nuevas alzas de precios, sobreviene la escasez.
e) Desanima y destruye el ahorro. A nadie le interesa ahorrar, ya que llega el momento que el índice anual o mensual de inflación se mayor que la tasa de intereses, en este caso se convierte en principio la frase: “ahorrar es perder, gastar es tener”.
f) La especulación en el terreno económico. Se entiende por especulación, la inversión hecha esperanzada en futuras alzas de precios. El especulador puede ganar mucho o perder todo. Especula quien guarda frijol en sus bodegas, esperando que el precio suba. Puede ganar si sube el precio o puede perder si se pudre el frijol o el precio permanece igual, en este último caso pierde, ya que gastó en almacenaje y su dinero estuvo inactivo. (De “Ciencia y Teoría Económica”)

En cuanto al proceso del caos monetario, Luis Pazos establece el siguiente cuadro:

1ª Etapa: Inflación = Emisión de papel moneda sin respaldo de bienes en el mercado
2ª Etapa: Inflación + Control de precios = Escasez + Mercado negro
3ª Etapa: Escasez + Mercado negro = Racionamiento y sistemas de colas
4ª Etapa: Pérdida total del poder adquisitivo = Regreso al trueque

Para el caso argentino, Roberto Cachanosky escribió:

“Salvo el caso de 2003, cuando la emisión monetaria fue muy fuerte pero digerida por el mercado dada la restricción monetaria de 2002, el resto de los años el circulante creció a tasas anuales de entre el 23% y el 28% anual. Para dar una idea de la magnitud de la emisión de que estamos hablando, entre diciembre de 2002 y diciembre de 2008 los pesos en circulación aumentaron 4,5 veces” (De “Por qué fracasó la economía K” – Editorial El Ateneo – Bs.As. 2009)

Una de las medidas que adoptan los gobiernos populistas, para encubrir la inflación, es el control de precios. Se supone que con ello se restringirá la excesiva ganancia de los productores favoreciendo a los consumidores de menores recursos, ya que el gobierno casi siempre culpa a los productores y comerciantes como causantes de la inflación. Al respecto Luis Pazos escribió:

“El control de precios es una de las políticas más antiguas de la humanidad y sus consecuencias siempre han sido las mismas; sin embargo se sigue utilizando, más por razones políticas que por conveniencia económica. El control de precios es la fijación unilateral y convulsiva de los precios por el Estado”.

“Si el precio fijado por el Estado es menor al del mercado, la oferta de ese bien disminuye. El bien controlado escasea. Comienza el sistema de colas y surge el mercado negro. Ejemplo: en la Alemania de la posguerra, debido a la escasez de la papa, producto básico de la dieta del alemán, se fijó un precio tope a ese producto para que las clases populares y con pocos ingresos la pudieran obtener. La consecuencia real de esa política económica, fue una mayor escasez de la papa, debido a que los campesinos prefirieron sembrar otros artículos que podían vender a precios mayores. Los únicos que comían papas eran los sectores de la población con muy altos ingresos y que podían pagar altos precios en el mercado negro, o quienes disponían de suficiente tiempo para obtener unas pocas al precio oficial después de esperar varias horas en una larga cola” (De “Ciencia y Teoría Económica” – Editorial Diana – México 1976)

Una de las formas de evitar las consecuencias mencionadas es otorgar un subsidio, desde el Estado al productor, para compensar las bajas ganancias o bien para compensar el aumento de los insumos necesarios para la producción, precios que todavía no fueron controlados. Una consecuencia adicional es la disminución drástica de inversiones para la producción de los bienes sometidos al control de precios. Roberto Cachanosky escribe:

“Si el BCRA (Banco Central de la República Argentina) emitió moneda ─como se hizo durante cinco años del kirchnerismo─ y el Secretario de Comercio controla los precios finales de determinados productos, el fabricante de esos bienes finales se encontrará con un techo para el precio de ventas de sus productos, pero no tendrá un freno en sus costos de producción. Es así como el Estado tiene que controlar «todos» los precios. No sólo los de determinados bienes finales, sino también los insumos que permiten fabricar esos bienes. En definitiva, tendría que controlar todos los precios de la economía, una política de imposible cumplimiento, que, cuando se la intenta, termina controlando la vida de los habitantes de ese país” (De “Por qué fracasó la economía K” – Editorial El Ateneo – Bs. As. 2009)

La falta de inversiones y de incentivos para la producción, luego de la aplicación de precios máximos y de elevados impuestos, tiende a destruir a los sectores productivos involucrados, tal el caso de la agricultura, la ganadería y la producción energética en la Argentina de los Kirchner.

La característica saliente de los gobiernos populistas es la “no creencia” en la ciencia económica, por lo que tampoco tienen en cuenta la simple ley de la oferta y la demanda. El Gobierno argentino pensó que era conveniente imponer una paridad alta para la relación peso-dólar, en lugar de dejarla fluctuar según el mercado y aceptar la paridad emergente. Veamos cómo se produce la oferta y demanda de dólares:

Oferta al mercado = Exportaciones + Ingreso de capitales

Es decir, ofrecen dólares al mercado quienes exportan y cobran en dólares, y también quienes traen dólares del exterior. Mientras que la demanda al mercado viene dada por:

Demanda al mercado = Importaciones + Egreso de capitales

Es decir, necesitan dólares quienes hacen compras en el exterior (importaciones) y quienes sacan dólares para llevarlos al exterior.

Supongamos que no hay ni ingresos ni egresos de capitales, por lo tanto “el resultado es que la oferta y la demanda de divisas quedarían limitadas al saldo del balance comercial, que no es otra cosa que la diferencia entre exportaciones e importaciones” (R. Cachanosky).

En épocas en que la soja tenía precios internacionales elevados, hubo exceso de oferta sobre la demanda, por lo cual el precio del dólar tendía a bajar. Recordemos que el dinero también sigue la ley de la oferta y la demanda.

Desde el gobierno, sin embargo, para mantener el precio del dólar alto, aumentó la demanda comprando dólares, que fueron destinados al aumento de las reservas de la Nación, pero tales compras fueron realizadas principalmente mediante emisión monetaria. Ello se debió a que “el saldo del balance comercial siempre fue sustancialmente mayor que el superávit fiscal medido en dólares”. De ahí que el aumento de las reservas no se estableció por medios genuinos. Roberto Cachanosky escribió:

“En efecto, el saldo positivo del balance comercial presionaba a la baja del tipo de cambio. La solución consistía en sostenerlo cobrando el impuesto inflacionario, es decir, emitiendo moneda, o bien mediante la fuga de capitales. La mayor demanda de dólares por fuga de capitales compensaría la mayor oferta por diferencia entre exportaciones e importaciones, evitando que el BCRA disparara la tasa de inflación. Con lo cual llegamos al ridículo del modelo. Para el kirchnerismo, el país estaría mejor si se fugaban los capitales, porque de ese modo evitaba el conflictivo proceso inflacionario. Esto implica que Kirchner debe haber descubierto una nueva teoría económica que rezaría de la siguiente forma: los países crecen cuando generan desconfianza y sus capitales se fugan. Un absurdo desde todo punto de vista”

Recordemos que la fuga de capitales, en la Argentina, fue de unos 43.000 millones de dólares en un lapso de 2 años. Podemos establecer una secuencia de las causas que llevan a una crisis en el caso de gobiernos populistas. Existen, desde luego, otros tipos de crisis económicos según cuáles leyes económicas se violen.

Secuencia:

Populismo → Gasto social desmedido → Déficit → Impuestos confiscatorios → Emisión monetaria → Inflación → Control de precios → Control de paridad dólar-peso → Caída de las inversiones → Fuga de capitales → Crisis económica y social

sábado, 8 de agosto de 2009

Causas de la crisis argentina

Mercado o planificación

Consideremos el caso de un país en donde existe un mercado de libre empresa. Como ejemplo, consideremos el mercado de un artículo en particular, como podría ser el de las heladeras. A ese mercado concurrirán, en un momento dado, diez empresas. Cada una proveerá de heladeras a un porcentaje de la población, o también se dice que cubrirá un porcentaje del mercado.

Es muy común el hecho de que una, o varias, de esas empresas, quieran dominar un porcentaje mayor del mercado. Ello las llevará a innovar, incorporando ventajas adicionales a sus productos. El resto de las empresas, si no proceden de una forma similar, realizando algún tipo de innovación, tenderá a perder su puesto en el mercado e, incluso, a desaparecer del mismo.

Se ha dicho que la economía de mercado es una “construcción destructiva” ya que la innovación de unos producirá la quiebra de los menos eficientes. Esto hace que el empresario exitoso sea visto como una persona perversa, pero no debemos olvidar que tal empresario sólo trató de cumplir mejor su función productiva y que es el propio público quien eligió comprar los productos de su empresa y dejó de lado los de otras empresas.

Vemos que este proceso del mercado es similar al sistema democrático de elección de autoridades. Es la propia gente la que, con su voto, elige a un político y no a otro, o con su dinero “vota” por un producto y deja de lado a otros. De ahí que no sea erróneo decir que la democracia va siempre junto a la economía de mercado.
Este sistema, sin embargo, a veces se distorsiona, por cuanto toda actividad asociada a la producción también está asociada al dinero. Así surge el capitalismo empresarial (por darle un nombre) en el que el empresario busca, por sobre todas las cosas, optimizar sus ganancias, antes que servir eficazmente al cliente. En esa ambición busca sus ganancias personales dejando de lado las ventajas de accionistas, empleados y clientes.

Otro tipo de distorsión ocurre cuando los accionistas, o inversores, buscan ganancias sin tener en cuenta la producción. Compran y venden acciones con una intención puramente especulativa, lo que da lugar al capitalismo financiero. Este tipo de distorsión es el que favoreció la crisis de 1929 como también la reciente del 2008. Esta vez el accionista piensa en optimizar ganancias dejando de lado las ventajas de empresarios, empleados y clientes.

A veces, los empresarios ineficientes, que no saben o no pueden realizar innovaciones, tratan de sacar ventajas, respecto de los eficientes, por medios ajenos a los permitidos por las reglas del mercado. Para ello se asocian a ciertos políticos que desde el Estado “eligen” quienes serán los ganadores y quienes los perdedores en la competencia del mercado, reemplazando de esa forma a la voluntad del consumidor. Se establecerán controles de precios, incentivos, subsidios, protecciones a la importación, etc. Este tipo de economía, ligada a la intervención estatal, es propia de los sistemas de tipo fascista. No sólo restringen la libertad económica, sino que tienden a interferir en todos los demás aspectos de la vida de los ciudadanos. En este caso, políticos, sindicalistas y empresarios ineficientes buscan sus ventajas en desmedro de los empresarios capaces, de los empleados honestos y de los accionistas.

Cuando el Estado no sólo controla la economía, sino que anula totalmente las reglas del mercado, incluso con la nacionalización de los medios de producción, estamos en el Estado socialista. Esta vez no son los consumidores los que elegirán y decidirán qué, cuánto y cómo adquirir bienes y servicios, sino que todo ello vendrá planificado por políticos a cargo del Estado.

Ya no tendrá sentido establecer innovación alguna, por cuanto no habrá ningún tipo de competencia. Por lo general, la calidad de los productos de una economía socialista será inferior a los de una economía libre. Esta falta de libertad de elección para la adquisición de bienes, será sólo una parte de la restricción de libertades individuales, ya que todas las decisiones de tipo social o cultural serán tomadas por el Estado, lo que conduce al Estado totalitario. No debe valorarse un sistema económico de producción y de distribución tan sólo por los rendimientos económicos que brinda, sino por la calidad de vida, asociada a aspectos tan esenciales como la libertad.

Si queremos sintetizar las causas de la severa y prolongada crisis argentina, podemos decir que se trata de una crisis moral que favoreció la existencia de gobiernos de tipo fascista, que se sucedieron revestidos con todo tipo de colores políticos o con todo tipo de uniforme militar, existiendo variaciones y grados de intervención estatal y de libertad individual.

jueves, 6 de agosto de 2009

Mandamientos negativos

Consejos para la destrucción de nuestra sociedad y de nuestro país

1) Nunca vaya a votar, en una elección, a un empresario, ya que es culpable hasta que demuestre lo contrario. Apoye la mentalidad antiempresarial, ya que la empresa privada es la base económica de la sociedad.

2) Apoye la nacionalización de empresas privadas. Aerolíneas Argentinas, por ejemplo, produce pérdidas diarias por un monto estimado entre 1 y 2 millones de dólares diarios. ¡Pero es nuestra!

3) No debemos mirar a los países exitosos, sino a los que fracasan. No debemos mirar las épocas exitosas de nuestro pasado, sino aquéllas que fueron más “populares”

4) Mienta respecto de nuestro pasado, en una de esas volveremos a repetirlo; no una, sino varias veces.

5) Escuche principalmente la “verdad” de quienes adhieren a populistas y tiranos, por cuanto cada uno tiene derecho a escuchar la “verdad” que más le guste (por algo se dice que no existe una verdad única ni objetiva)

6) Promueva la tendencia a que el Estado incorpore cada día a más gente sin trabajo, aunque luego esa gente no vaya a realizar actividad productiva alguna, ya que ello es una forma de “justicia social”. El Estado proveerá dinero indefinidamente, y si la recaudación impositiva no alcanza para cubrir los gastos, emitirá moneda (que producirá inflación), o bien se pedirán préstamos al exterior.

7) Cuando el FMI se haga cargo de las deudas contraídas y no cumplidas, no olvide de tenerlo presente en la mente cuando realice sus maldiciones diarias.

8) Odie a los EEUU con todas sus fuerzas, con toda su mente, con toda su alma y con todo su corazón, para que, de esa manera, nunca busquemos las causas de nuestra decadencia y de nuestro subdesarrollo.

9) Apoye a quienes promueven establecer un estricto gobierno y un rígido control individual desde el Estado.

10) Considere como enemigo de la sociedad al empresario, al productor agrario y a todo el que posea bienes materiales y que no tenga la predisposición de “distribuirlos socialmente” entre los pobres, ya que los demás están excluidos de esa responsabilidad, incluso la de producir bienes para su propio mantenimiento.

11) Deben prohibirse las exportaciones y la llegada de capitales, porque la globalización y el capitalismo son perversos. Es conveniente que los capitales vayan a EEUU y a otros países desarrollados.

12) Tanto el trabajo, como el ahorro productivo y la libertad, lo que se conoce como “capitalismo”, es algo malo para la sociedad. ¡Combátalos!

13) Haga todo lo opuesto a lo que sugiere la religión cristiana, por cuanto se trata de una ideología que está al servicio de la clase dominante y explotadora.

14) Promueva la validez del relativismo moral y cultural, de manera que, al fin, podamos sentirnos libres. Nadie tiene derechos a decirnos cómo debemos vivir.

15) Apoye al delincuente por cuanto no es culpable de su situación y de sus actos, ya que ha sido previamente marginado por la sociedad, siendo ésta la verdadera culpable.

16) Lo importante no es la vida de una persona decente, sino la reinserción social del que delinque.

17) Apoye la despenalización del consumo de drogas, por cuanto el drogadicto es un enfermo y también alguien que fue marginado previamente por la sociedad.

18) Adhiera a la religión del odio (de la envidia y la burla) que el Reino del Caos y las tinieblas estará más cerca.